Mannheim >Donosti

Un ballo in maschera – Mannheim Nationaltheater

Un ballo in maschera – Giuseppe Verdi

Mannheim Nationaltheater

Un ballo in maschera Giuseppe Verdi

Opera

Un ballo in maschera

Música: Giuseppe Verdi
Libreto: Antonio Somma

Mannheim Nationaltheater, Alemania
Estreno en 2000

 

 

Un ballo in maschera<br />
Giuseppe Verdi<br />
Un ballo in maschera<br />
Giuseppe Verdi<br />
Un ballo in maschera Giuseppe Verdi

Un ballo in maschera

Mannheim Nationaltheater, Alemania

16, 18 y 20 de agosto de 2004
Auditorio Kursaal, Quincena Musical de San Sebastián, Donosti
Kursaal Auditorioko. Donostiako Musika Hamabostaldia

Director musical: Jesús López Cobos
Director de escena: Werner Schroeter
Orquesta Sinfónica de Euskadi
Orfeón Donostiarra
Director del coro: José Antonio Sáinz

Producción escénica: Dietrich Grosse

Gustavo III Rey de Suecia: Francisco Casanova
Conde Renato Anckarstrom: Vassily Gerello
Amelia: Ana Maria Sánchez
Ulrica: Elena Zaremba
Oscar: Ofelia Sala

 

Citas de prensa:

Gran montaje artístico. En los 25 años de la Quincena Musical de San Sebastián, no habíamos visto una ópera interpretada con tanta redondez, con tanta calidad artística. Nino Dentici, El Correo

 

SAN SEBASTIÁN. Se ha dicho que «Un Ballo in Maschera» es una ópera con gafe. Aun no creyéndolo, ante estas cosas hay que mantener una prudente distancia, por si acaso. Tentar a la suerte de lo desconocido, así como pretender descender al averno, es asunto en el que no conviene insistir. En esta misma ópera de Giuseppe Verdi, Gustavo III, Rey de Suecia, propone visitar el reino del castigo eterno y como respuesta recibe una puñalada mortal de su mejor amigo, Renato, convencido de que las miradas cruzadas entre el rey y su esposa, Amelia, tienen cierto alcance. Lo ha querido explicar la Quincena Musical Donostiarra llevando el título al auditorio del Kursaal con dirección musical de Jesús López Cobos y escénica del cineasta Werner Schroeter, sobre una producción estrenada en Mannheim en 2000.

Schroeter parte, como escenario, de una plataforma romboidal sobreelevada y el añadido de algún elemento auxiliar, tal que dos sillas, tres cuerpos colgantes o una lupa descomunal. Todo bajo la apariencia del minimalismo aunque en el fondo se niegue el principio estético de «lo que se ve es lo que hay». Un detalle: la aparición de la bruja Ulrica suspendida en el aire cual pantocrátor del mal. Es un momento crucial, pues antes que proponer un viaje al abisal refugio de la maga, Schroeter la eleva al cielo cual deidad, componiendo una figura de resabios religiosos y, de paso, facilitando la proyección de la voz densa, vibrante, grave y comprensible de Elena Zaremba.

La mezzosoprano rusa ha sido la primera de un cuidado reparto de claro calado femenino. Junto a ella han estado Ofelia Sala, intérprete para un Óscar de movimiento vivaz, de limpio y aseado trazo vocal, y también Ana María Sánchez, a la búsqueda de una pureza que desembocó en «Morrò, ma prima in grazia» con una respiración cálida, anchura y larga línea.

Gusto por lo sobrenatural

Hubo en ese momento suficiente intensidad como para considerar una descortesía el que Schroeter hiciera atravesar la escena a un niño figurante. Pero es que cabe deducir que el director alemán le encuentra el gusto a lo sobrenatural antes que a lo humano, de manera que Amelia y Gustavo cantan su conmovedor dúo de amor sin apenas cruzar mirada. Y algo de apoyo escénico habría hecho falta. Porque Francisco Casanova, el tenor dominicano encargado de encarnar al Rey, demostró tener entre sus mejores armas el color de la voz, la belleza del canto y la largura del fraseo antes que la rotundidad en el grave, la fineza en la media voz o la pasión teatral. Al contrario que su oponente Vassily Gerello, que delineó a Renato con más poso escénico; llegó al crucial «Eri tu» con impulso, compensando la atemperada mordacidad de la voz o la gravedad que se suponen y desean en el personaje.

López Cobos planteó una interpretación eficaz. Estuvo contundente en el comienzo de los actos segundo y tercero, para relajar luego la tensión en uno y tratar de afianzar el otro. Con López Cobos se intuye una seguridad que en algo ha de agradecer una orquesta como la Sinfónica de Euskadi capaz de ofrecer una igualdad, ajuste y concentración que suponen un avance con respecto a otras previas actuaciones en la Quincena. Y aun el Orfeón Donostiarra, con su peculiar claridad vocal, algo de planicie en la intención y rigidez escénica, dejando para el final un pianísimo preciosista un tanto al margen del contexto. Para entonces el verdadero baile de máscaras, lugar del regicidio, es una escena ingenua, musicalmente tersa y emocionalmente prudente. Suficientemente atractiva como para que en boca de muchos espectadores se oyera el elogio a esta producción que ha sido una de las apuestas singulares de una Quincena Musical que, ya se enfila hacia su fin, el 6 de septiembre, libre de cualquier posible asomo de infortunio. ABC

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies